martes, 29 de noviembre de 2011

Sinestesia

Llevo veinte minutos mirando tu sofá vacío. Vacío como el reflejo que devuelven mis pupilas al marcharte y no estar tú en ellas. Desapareciste en un mar de dudas y yo, me ahogué en sus aguas profundas... Aún sabiendo nadar.
No voy a mentir más y decir que estoy bien. No, no voy a negarlo.
Así es como me escapo. Sí, me escapo... Dejo este avenida de cristales y sueños rotos para perderme, irme volando. ¿Algo me aferrará? ¿Alguien? ¿Tú?
Y he perdido quién soy bajo esta húmeda superficie que se pega a la piel de sentimientos.
Y no puedo entender por qué el amor a veces duele tanto cuando casi siempre es perfecto.
Y he estado gastando todo este tiempo en mis venas, rompiéndome el corazón una y otra vez, perdidos años, aumentando el desperdicio y perdiéndome en espacios en blanco...
Y creo que la cabeza va a explotarme a base de palabras, el cerebro se vuelve rojo mientras mi corazón se tiñe de blanco y negro.
Y trato de quedarme cuando trato de no huir, trato de entender lo que digo cuando lo digo y quién soy cuando estoy siendo una imbécil.
Y, ¡hey, distancia! Que sepas que me estás matando en nuestros días más oscuros al no poder abrazar y consolar a quien más amo.
Pero que sepas, que te odio.
Pero que sepas que, pese a que te ayuden tus amigos, Desconfianza y Mentiras, no pienso dejar que ganes esta guerra.

Porque no hay nada más fuerte que el amanecer de su sonrisa.
Porque no hay nada más fuerte que el amor...

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